¿Y qué es lo normal?
Mi modesto castillito no pudo ver la luz... Resulta que las normales estaban invertidas, o las inversiones estaban normalizadas, o... bueno, el caso es que no pudo ser. Y eso que el profe le dio un buen repaso a mi (por lo visto desastroso) trabajo con el FreeCad, pero no había mucho margen de maniobra, éramos 3 los alumnos del Master que pretendíamos irnos a casa con nuestra pieza en el bolsillo, y ya se sabe, el tiempo es oro...
Aún así, la jornada fue de lo más interesante. Pudimos conocer de cerca dos tipos de impresoras 3D: una de resina (como esta) y otra de plástico (ABS o PLA).
No os perdáis el blog de mi compañera Laura, aquí está el resultado del trabajo de toda la clase.
La sensación es la de estar asistiendo al nacimiento de una tecnología, con todas las ventajas y los inconvenientes que ello conlleva.
Vale, empecemos por lo malo: es complicado (aún cuando las normales hagan honor a su nombre), las impresoras se desajustan y hay que calibrarlas con cierta frecuencia, es caro (tanto el equipo como el material de impresión) y las piezas obtenidas son delicadas y, en el caso de las de plástico, no trabajan igual en todas las direcciones (pueden dar problemas cuando trabajan a tracción porque se pueden separar las capas en las que está conformada). Y además huele raro.
Entonces, ¿esto sirve para algo? Pues sí, sirve para pensar, para experimentar, para probar, para insistir, para mejorar... Probablemente en los próximos años las impresoras se vayan haciendo más robustas, fiables y fáciles de manejar, el material de impresión bajará de precio y empezaremos a contar con estos equipos en centros escolares, empresas y domicilios. Quién sabe si en un futuro algo más lejano cambiará la forma en que compramos, y nos limitemos a recibir por mail un archivo .stl que al enviarlo a la impresora nos proporcione un bonito bolso/zapatos de piel de avestruz unos minutos después de recordar que justo hoy era el cumpleaños de ---- (rellenar aquí con lo que proceda).
Y para cerrar, vuelvo al principio. ¿Y si lo que estaba invertido no eran las normales, sino todo lo demás? ¿Y qué es lo normal? ¿Lo que hace todo el mundo? ¿Lo que hay que hacer?
Aún así, la jornada fue de lo más interesante. Pudimos conocer de cerca dos tipos de impresoras 3D: una de resina (como esta) y otra de plástico (ABS o PLA).
No os perdáis el blog de mi compañera Laura, aquí está el resultado del trabajo de toda la clase.
Vale, empecemos por lo malo: es complicado (aún cuando las normales hagan honor a su nombre), las impresoras se desajustan y hay que calibrarlas con cierta frecuencia, es caro (tanto el equipo como el material de impresión) y las piezas obtenidas son delicadas y, en el caso de las de plástico, no trabajan igual en todas las direcciones (pueden dar problemas cuando trabajan a tracción porque se pueden separar las capas en las que está conformada). Y además huele raro.
Entonces, ¿esto sirve para algo? Pues sí, sirve para pensar, para experimentar, para probar, para insistir, para mejorar... Probablemente en los próximos años las impresoras se vayan haciendo más robustas, fiables y fáciles de manejar, el material de impresión bajará de precio y empezaremos a contar con estos equipos en centros escolares, empresas y domicilios. Quién sabe si en un futuro algo más lejano cambiará la forma en que compramos, y nos limitemos a recibir por mail un archivo .stl que al enviarlo a la impresora nos proporcione un bonito bolso/zapatos de piel de avestruz unos minutos después de recordar que justo hoy era el cumpleaños de ---- (rellenar aquí con lo que proceda).
Y para cerrar, vuelvo al principio. ¿Y si lo que estaba invertido no eran las normales, sino todo lo demás? ¿Y qué es lo normal? ¿Lo que hace todo el mundo? ¿Lo que hay que hacer?

temarraco Edu!!! (Tú, lo que tienes que hacer...es abrir tu mente!!!)
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